Palabras de Buda

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miércoles, 27 de junio de 2012

¿Es equivocada nuestra idea del amor? (III parte)


Nuestra incomprensión del amor


Por Jorge Burgos García
27-06-12



Como indiqué en la última parte de la charla anterior, el amor, dado que es un elemento más de la cultura, es algo que aprendemos de manera gradual en el transcurso de la vida. Pero, antes de hablar acerca de las ideas generales que aprehendemos sobre el amor desde nuestra infancia, quiero compartirles la más completa de las definiciones que he leído en torno al tema. La definición es del maestro Leo Buscaglia, un profesor universitario que como pocos, dedicó buena parte de su ejercicio académico a tratar de enseñar la importancia que tenía reflexionar alrededor del amor. Leamos con atención lo que dijo:


El amor es una reacción emocional aprendida, una respuesta a un conjunto de estímulos y conductas aprendidos. Al igual que toda la conducta aprendida, se efectúa a través de la interacción del que aprende con su medio ambiente, de la habilidad de la persona para aprender y del tipo y potencia de los reforzadores presentes; es decir, que gente responde, cómo responde y en qué grado responde a su amor expresado. (1)


Pasé tiempo pensado en esto: ¿En qué momentos de nuestras vidas comenzamos a mal interpretar el auténtico sentido del amor? o lo que es lo mismo ¿En qué momento empezamos a asumir de manera errada el amor en la vida? Confieso, que por años sospeché que debía ocurrir durante nuestra adolescencia, cuando, sin exagerar demasiado, nuestros maestros en asuntos sentimentales, pasan a ser los protagonistas de las más exitosas telenovelas y películas románticas. (2) Salvo una estrecha franja de adolescentes, -casi siempre chicas- que ha buscado aprender un poco más en revistas del corazón o libros que con un estilo versátil y atractivo abordan el tema.


Pero no, concluí después de un largo tiempo que, a esa altura de nuestra vida ya la idea errática sobre el amor está germinada. Entonces comprendí que, todas las difusas e imprecisas ideas sobre el amor las adquirimos desde niños.


Específicamente, desde el momento en que nos empiezan a dar razones para amar, a dar un por qué para amar: “ama a tu madre porque…porque es tu madre, la que trajo al mundo.” “Ama a tu padre porque…porque el hizo posible ese milagro”. Ama a tu abuela porque…porque para ella eres la luz de sus ojos”. Ama a tus hermanos porque…porque ellos comparten tus genes”. Etc…

¿Te has fijado que tienen en común estas afirmaciones que con esas u otras palabras similares nos han dicho durante nuestra infancia?
Tienen en común: razones. El que siempre tenga que mediar un motivo, un por qué, para querer a alguien, para que puedas “dar” amor; en otras palabras, aprendemos inconsciente y equivocadamente que el amor es algo condicionado, que no lo puedes ofrecer a cualquiera, que debes reservarlo para ciertas personas y en determinados momentos de la vida. Esa es la idea, que en líneas generales, subyace en el imaginario colectivo de Occidente. Desde luego, esa idea se arraiga profundamente en nuestras mentes, y cuando iniciamos nuestro tránsito por la adultez, concebimos al amor de esa manera.


Centrémonos en algo que se desprende de todo esto. Así como aprendemos a buscar motivos para poder dar amor, -de lo contrario no lo ofrecemos- aprendemos lo contrario. Aprendemos a buscar y tener motivos para vengarnos de alguien (que es distinto a estar en un momento dado resentido), motivos para agredir física o verbalmente a alguien (sólo con la única intención de hacerle sentir mal), motivos para actuar con negativas intenciones. Estos últimos inducen a muchas personas a buscar motivos para pasar por encima de quien haya que pasar con el fin de alcanzar sus egoístas propósitos etc.

A mi modo de ver, el factor que explica en buena medida, esas actitudes insanas que el común de las personas asume –en mayor o menor grado-, es nuestra errada idea del amor. Porque cuando no comprendemos su verdadera naturaleza, las emociones negativas empiezan a fluir con libertad en nuestro ser, por lo que seremos propensos a perder el control de las situaciones. En últimas, nos convertimos en seres heterónomos en materia emocional.

Además de esto, si no tomamos conciencia de lo que implica enseñar- sin darnos cuenta- que amar requiere un motivo, lo transmitiremos a nuestros hijos, y ellos a su vez, lo enseñarán a nuestros nietos y así sucesivamente se preservará la “tradición”, tal como ha ocurrido hasta el momento.

Claro está, las cosas siempre son susceptibles de ser mejoradas, pero para ello se requiere un cambio en la forma de aprender y enseñar el amor…


Y será lo que abordaremos en nuestro próximo capítulo.


1. BUSCAGLIA, Leo. El amor, la experiencia más importante de la vida. Edit. Diana-México. Pág. 83-84

2. Y bueno, para los menos románticos y merced al avance tecnológico de hoy día, los videos XXX se convirtieron en una buena fuente de aprendizaje

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