¿Cuánto ignoramos sobre el amor?
Por Jorge Burgos García
26-06-12En la charla del otro día expresé que cuando actuamos con malas intenciones frente a los demás, entre otras cosas, mostramos cuanto ignoramos acerca del amor. A mi modo de ver, este es un asunto central, puesto que el desconocer lo que es en toda su extensión el amor, es lo que conlleva a que no asumamos de de manera satisfactoria las relaciones que necesariamente tejemos con otras personas en los distintos ámbitos de la existencia. Fijémonos en que cuando alguien dice, hablemos del amor, se le asocia casi que exclusivamente con una relación de pareja, escasamente incluimos a nuestro núcleo familiar más cercano
Hay una
frase de una canción poco conocida de Ricardo Arjona, titulada Del otro lado
del sol, en la que el autor encarnando el rol de un extraterrestre que
visita nuestro planeta afirma:
Descubrí
que aquí el amor es una hipótesis inconclusa, sé que tienen una vaga idea, pero
sigue difusa…
Comulgo con la visión del
extraterrestre de esa canción, nuestra idea del amor es una hipótesis a medio
terminar. Y el ignorar sobre algo tan inherente a nuestra condición humana es
realmente nocivo. Contaré una historia que quizás sirva de ilustración.
En una escuela de un corregimiento del departamento de la Guajira, una docente de primaria leía a los niños algunos pasajes del nuevo testamento. La mayoría de los niños estaban medio dormidos, pues la maestra estaba recitándolo mecánicamente, casi sin mirar la biblia. En ese momento relataba la historia de cuando Jesús enojado tumbó las mesas de los mercaderes que estaban en el área del templo de Jerusalén y los expulsó. Casualmente, mientras la profesora Recitaba en ese instante
-Jesús dijo: “¡No hagan de la casa de mi padre una plaza de mercado!"
Entró un inspector del ministerio de educación, se sentó
en la parte de atrás del salón. Cómo es lógico, los niños trataron de empezar a
prestar atención al relato.
El
inspector interrumpió a la profesora y
dijo:
-Me alegra que estén
aprendiendo sobre los evangelios. Me gustaría preguntarles algunas cosas a los niños sobre esa historia.
El
inspector, dando por descontado que los niños conocían bien la historia preguntó:
-A ver niños, quién
volcó todas esas mesas y monedas al piso?
Un
niño alzó la mano, se levantó y dijo:
-Perdóneme, señor.
Yo no las volqué. Estuve ausente durante quince días, y tampoco sé quién lo
hizo. Quiero aclarar esto de inmediato, pues siempre que pasa algo en la
escuela, yo soy el primero en ser acusado-.
Esto
fue como un golpe inesperado para el inspector. Le lanzó una mirada a la
profesora, quien estaba a punto de alzar su bastón. La profesora dijo:
-Con toda seguridad
que este villano debe ser el culpable. Es el peor de todos, y le rugió al
muchacho: "¿Si no lo hiciste, para qué te levantaste a decir que no lo
habías hecho?
-
Le
aconsejó al inspector que no se dejara engañar. El inspector pensó que lo más
sabio era no decir nada. Dio media vuelta y salió de la clase.
Enfurecido,
el inspector se fue derecho hacia la oficina del director, y le relató el
incidente en detalle. Le preguntó al director qué hacer con respecto a esto. El
director instó al inspector a no proseguir más allá con el asunto, pues en
estos días resultaba incierto decirle algo a los estudiantes. No importaba
quién hubiese tirado las mesas y las monedas, era preferible que el asunto
terminara allí.
-Sólo en los últimos
dos meses había habido paz en la escuela. Antes de eso, muchos muebles habían
sido destrozados y quemados por los estudiantes- Dijo el director.
El
inspector se quedó sorprendido. Estaba atónito. Decidió ir donde el secretario
de educación del municipio y le relató todo lo que había pasado: que en una clase
se estaba enseñando una historia de Jesús, que un niño afirmaba no haber
volcado las mesas, que la profesora aseguraba que ese mismo niño debía ser el
culpable, que el director sugería que se le echara tierra al asunto,
quienquiera que fuese el culpable; que es inapropiado buscar culpables, que hay
un temor constante a que estalle una huelga, etc.
El
inspector le pidió su opinión al secretario de educación. El secretario dijo:
-El director era
sabio en su actitud-
Dijo
además al inspector:
-Es mejor no preocuparse del culpable:
quienquiera que hubiese tirado las mesas y las monedas al piso, no había de que
preocuparse. La secretaría de educación
lo haría reparar. Era mejor repararlo que seguir ahondando en el caso-.
Cualquier
parecido con la realidad es mera coincidencia. La falta de valor para asumir
que desconocemos sobre un tema es realmente preocupante. He observado por años,
que el grueso de la población no está interesado en leer sobre el amor. -¿Para
qué perder el tiempo en ello?- (pareciera ser la respuesta). Dan por descontado que sobre algunas materias
no hace falta ilustrarse. Están convencidos que el amor es un “sentimiento” que
brota de manera natural de lo más recóndito de nuestro ser. Sin embargo, la
sociedad sobrecargada de conflictos cotidianos que vivimos, nos está
transmitiendo un mensaje colosal y en dirección opuesta: debe haber algo errado
en nuestra concepción del amor.
Por citar sólo 2 situaciones: ¿Cómo se explica
la enorme cantidad de conflictos familiares que perturban la normal relación
que debe prevalecer entre padres, hijos y hermanos?
¿Cómo
puede explicarse, la carga de angustia y desesperación con la que muchas personas viven sus
relaciones amorosas cuando asoman las dificultades o desencuentros con el otro?
Respecto a esto último, aclaro que no me estoy refiriendo a los sentimientos de
impotencia y tristeza que se tienen cuando no se acepta el fin de una relación
sentimental con alguien. (esto será tratado más adelante)
Y
esto no es sólo aplicable al amor, pasa en la educación. –El otro gran tema
crucial de nuestra existencia-. En mis años como docente he visto con asombro
cuanto desconocen multitud de padres de familia (con exitosas vidas
profesionales) sobre como educar a sus hijos. ¿Y donde reside buena parte del
problema? Respuesta repetida. El común de los ciudadanos no se interesa por
leer sobre educación. Una vez más, se asume que educar es una condición que nos
“fluye” de manera natural en el momento en que nos hacemos padres.
Algo que
pareciera que perdemos de vista, es que somos seres culturales. Esto significa,
que aprendemos acertada o
equivocadamente buena parte de nuestras actitudes frente a los distintos
aspectos de la existencia, en nuestro entorno sociocultural inmediato…
Es por ello que, la manera como aprendemos sobre el amor en nuestra sociedad y las
implicaciones que ello tiene a lo largo de nuestra vida será lo que trataré en
el próximo capítulo…
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