Palabras de Buda

Palabras de Buda

domingo, 12 de agosto de 2012

Es equivocada nuestra idea del amor? (VIII parte)



VIII parte. El amor y su auténtica aroma


Por Jorge Burgos García
12-08-12

Definitivamente la imaginación puede modificar nuestra visión de la vida y del amor en particular. Esto se evidencia con simples experiencias de las que cada uno de nosotros puede dar fe. Si traemos a fuerza de imaginación, algún recuerdo agradable del pasado, nuestro cuerpo reaccionará, en la medida en que lo hagas más vívido, del mismo modo que lo haría si estuviera ocurriendo en realidad. Y lo mismo ocurrirá si traemos imaginariamente una experiencia desagradable.

En la imaginación está basada la denominada “Ley de la atracción”, muy popularizada en nuestro días desde que salió a la luz el libro El secreto. Sin embargo, quizás sea esta sencilla historia, la que pueda ayudarnos a terminar de asimilar el inmenso poder que tiene la imaginación humana.
Cuenta la historia que un caballero medieval asistía a un curso para matar dragones en la escuela local. Varios caballe­ros más jóvenes acudían a esta clase especial impartida por el mago Merlín.
Nuestro antihéroe fue a ver a Merlín el primer día para ha­cerle saber que probablemente no le irían bien las cosas en el curso porque era un cobarde y estaba seguro de que siempre estaría demasiado asustado y sería demasiado inepto como para ser capaz de matar a un dragón. Merlín dijo que no hacía falta que se preocupara porque había una espada mágica para matar dragones y que él se la daría a este joven y cobarde ca­ballero. El caballero estaba deleitado por tener este apoyo má­gico oficial con el que cualquier caballero, no importaba lo poco que se lo mereciera, podría matar un dragón. Desde la primera salida a los campos, con su espada mágica en la mano, el cobarde caballero mató un dragón tras otro, liberando a una doncella tras otra.
Un día, hacia el final del curso. Merlín propuso un reto en la clase a la que estaba asistiendo el caballero. Los estudiantes tenían que salir al campo y matar un dragón ese mismo día. En la conmoción de la excitación, mientras todos los demás caballeros corrían para probar su temple, nuestro antihéroe agarró del armero la espada equivocada. Pronto se encontró a sí mismo en la boca de la cueva de la que tenía que liberar a una doncella cautiva. Su captor salió corriendo hacia fuera respirando fuego. Sin saber que había agarrado la espa­da equivocada, el joven caballero retrocedió preparándose para acabar con la embestida del dragón. Cuando estaba a punto de golpear se dio cuenta de que había cogido la espada equivocada. Ésta no era la espada mágica, tan sólo era una es­pada corriente pero adecuada para buenos caballeros.
Era demasiado tarde para parar. Bajó la espada corriente con un certero barrido de su brazo, y para su sorpresa se des­prendió la cabeza del dragón. Volvió a la clase, con la cabeza del dragón atada a su cin­turón, con la espada en la mano y la doncella a remolque, y corrió hacia Merlín para contarle su error y su inexplicable re­cuperación.
Cuando escuchó la historia del joven caballero, Merlín se echó a reír. Su respuesta al joven caballero fue: «Pensé que ya te lo habrías imaginado, ninguna de las espadas son mágicas y nunca antes lo han sido. La única magia consiste en creer».
Ciertamente, el acto mágico más auténtico y audaz, es convencernos a nosotros mismos, que podemos gestar importantes fluctuaciones en nuestra vida. Esta nueva manera de concebir el amor, paulatinamente nos convertirá en seres humanos  integrales. Como mencioné en el artículo anterior, olvidémonos del tiempo, esa es la condición necesaria. Un día cualquiera empezaremos a ser testigo de los cambios que empiezan a ocurrir en nosotros. Notaremos que serán menos los momentos que dedicamos a  actuar con malas intenciones, serán menos los momentos de ira, de tristeza, de miedo, de impaciencia, de odio, de desesperanza, de envidia, y de ambición. Comenzaremos a sonreír un mayor número de veces,  a sentir alegría sin motivo especial.

Y cuando todo lo anterior empieza a suceder, es porque nuestro ser está colmándose de amor, y eso no puede mantenerse retenido en nuestro interior, sería como contener la respiración, imposible. Justamente esta experiencia, nos conduce inexorablemente a  ampliar nuestra idea sobre lo que es el verdadero amor: experimentaremos que el amor es literalmente un desbordamiento, no podemos mantenerlo enclaustrado en nuestro interior. Puesto en otras palabras, no podemos evitar compartir con los demás las cosas que consideramos valiosas. Las flores no pueden aprisionar su aroma, nosotros  tampoco podremos aprisionar nuestra fragancia,  nuestra corriente de afecto. No podemos evitar hacer lo que esté a nuestro alcance por ayudar a los demás,  porque eso es una de las más prístinas expresiones de amor, no la vaga idea que de niño echó raíces en nuestra mente. En nuestras manos está si nos damos a la tarea de desarraigarla o no. Lo único seguro es que entre más compartamos amor, entre mayor sea la corriente de cariño que desbordamos hacia los demás, más se “cristalizará” nuestro ser, más personas cobijaremos en nuestro corazón, pues un corazón tejido de afecto no tiene límites, siempre es capaz de ensancharse un poco más… 

A esta altura de nuestra “exploración” , se hace necesario  hacer frente a uno de las creencias más inveteradas y nocivas que respecto al amor predomina en Occidente. La idea que es necesario encontrar una “media mitad” para que podamos “completar” nuestra felicidad. Pero eso será en nuestro próximo capítulo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario