Palabras de Buda

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domingo, 12 de agosto de 2012

Es equivocada nuestra idea del amor? (IX parte)

IX parte.  Olvidemos la otra mitad


Por Jorge Burgos García
12-08-12


Hacer frente a una de las ideas más invertebradas de la sociedad occidental, la de la búsqueda de una media mitad (o naranja) anuncia que llega el momento de abordar el amor desde la perspectiva relacional, es decir, como el establecimiento de una relación entre 2 seres humanos.

No obstante, antes de pasar a esa dimensión, es menester, dar a conocer un último y grato cambio que se da cuando asumimos esta nueva visión del amor. Además, de los indicados en el artículo precedente,  de los que cada quién es testigo, están los referentes a la manera como las otras personas empezarán a percibirnos: como personas dignas de confianza y agradables. Y eso, es indudablemente, una de las cosas más satisfactorias que se puede alcanzar. El cariño, el afecto, el trato honesto y la confianza de las personas con las que tenemos una comunicación regular son señales inequívocas de que estamos por el rumbo indicado en materia de amor. 

Dentro de este orden de ideas, es momento de pasar a desentrañar al amor cuando de expresión universal pasa a convertirse en una expresión particular, cuando lo “alojamos” en el marco de una relación. Al respecto, uno de los mayores malentendidos que ocasiona dificultades en la vida es creer que la única manera de sentirnos realizados en la vida es encontrar alguien con quien hacer pareja, alguien que haga “despertar” nuestro amor, alguien que se convierta en el amor de nuestra vida. El problema esencial es que no puede ser considerado como la única opción de vida para sentirnos satisfechos en el amor, en la vida. ¿Sólo por medio de la unión vitalicia con otra persona es que podemos sentirnos plenos en la vida?. No sé, me parece una postura excesivamente restrictiva en torno al amor.

Me parece, limitante porque por experiencia, descubrimos que es posible aprender de forma sencilla a llenar nuestro ser de afecto. Por tanto, suponer que necesitamos una “media mitad” es creer que estamos a medias. He allí un malentendido cultural que hace daño innecesariamente a miles de personas, que no se detienen a examinar las creencias paradigmáticas que heredamos. Creo en la posibilidad de que nos sintamos tan afín, tan sintonizado con alguien que decidamos vivir con esa persona. Lo que no creo es que sólo junto a otro  “completemos” nuestro amor. Quiero decir, nuestra capacidad de experimentar con plenitud el amor no puede depender de la posibilidad  de formar un hogar con alguien. A mi juicio, nuestra capacidad de experimentar una satisfacción sentimental permanente en la vida es independiente de que decidamos estrechar en un contrato matrimonial o de unión libre  la relación que mantenemos con otra persona.

En verdad, la idea predominante en Occidente, consistente en creer que para que  despierte  el verdadero amor en nosotros requerimos de alguien que  lo inspire, de alguien que lo suscite, no tiene demasiado sustento cuando interpretamos la vida por fuera del marco cultural tradicional como he tratado de mostrar a lo largo de esta serie de artículos. Decía en el párrafo anterior, que la creencia de la media mitad  hace daño porque por mucho tiempo venimos observando y  somos testigos de como multitudes de personas de forma ligera, -siguiendo sin más la tradición cultural-,  sin profundizar en muchos casos en sus relaciones amorosas, deciden vivir juntas. El resultado, salta a la vista de todos, multitud de hogares infelices, o en otros casos, con separaciones marcadas por el resentimiento y el odio. (Desde luego hay excepciones). Es de aclarar que sólo pretendo, hacer ver a mis lectores que hay un cierto patrón común en todo estas incómodas situaciones de pareja. Ese patrón está relacionado directamente con el hecho que el común de las personas sólo tiene una vaga y confusa idea de lo que es el amor.

A mi modo de ver, nos evitaríamos tantos sinsabores, si antes de pensar en buscar una pareja permanente, las personas nos preocupáramos por comprender y experimentar el sentido auténtico del amor en nosotros mismos, en nuestra dimensión individual. Y cuando esta nueva visión del amor arraigue en nosotros, cuando esa hermosa experiencia se asemeje a un “desbordamiento” de alegría no particularizada, entonces sí intentar pasar a otro nivel.  Sólo, cuando sintamos que el amor, sea una experiencia auténticamente enriquecedora en nuestra vida, entonces, si pasar a pensar en la posibilidad de  encontrar una persona con quien juntarnos y construir un proyecto de vida juntos.

En resumen, creo que seguir ciegamente las creencias tradicionales, hace daño. Siempre he pensado que cada uno está en su legítimo derecho de decidir que hacer con su vida. Pero no me cabe duda que tendremos mayores posibilidades de disfrutar el auténtico sabor del amor, si nos damos a la tarea de tratar de comprender primeramente su naturaleza y en la medida que crezca nuestra comprensión, soslayaremos todas aquellas ideas erradas que  entorpecen nuestro camino a la felicidad.

A propósito de todo esto, ¿Será que esta nueva forma de visualizar el amor si puede contribuir a que desarrollemos relaciones amorosas menos tormentosas, más sanas? Una posible respuesta a este complejo interrogante será tema de nuestro próximo capítulo…

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