12-08-12
Hacer frente a una de las ideas más
invertebradas de la sociedad occidental, la de la búsqueda de una media mitad (o naranja) anuncia que llega el momento de abordar el amor desde la
perspectiva relacional, es decir,
como el establecimiento de una relación entre 2 seres humanos.
No obstante, antes de pasar a esa
dimensión, es menester, dar a conocer un último y grato cambio que se da cuando
asumimos esta nueva visión del amor. Además, de los indicados en el artículo
precedente, de los que cada quién es
testigo, están los referentes a la manera como las otras personas empezarán a
percibirnos: como personas dignas de confianza y agradables. Y eso, es
indudablemente, una de las cosas más satisfactorias que se puede alcanzar. El
cariño, el afecto, el trato honesto y la confianza de las personas con las que
tenemos una comunicación regular son señales inequívocas de que estamos por el
rumbo indicado en materia de amor.
Dentro de este orden de ideas, es
momento de pasar a desentrañar al amor cuando de expresión universal pasa
a convertirse en una expresión particular, cuando lo
“alojamos” en el marco de una relación. Al respecto, uno de los mayores
malentendidos que ocasiona dificultades en la vida es creer que la única manera
de sentirnos realizados en la vida es encontrar alguien con quien hacer pareja,
alguien que haga “despertar” nuestro amor, alguien que se convierta en el amor
de nuestra vida. El problema esencial es que no puede ser considerado como la única opción de vida para
sentirnos satisfechos en el amor, en la vida. ¿Sólo por medio de la unión
vitalicia con otra persona es que podemos sentirnos plenos en la vida?. No sé,
me parece una postura excesivamente restrictiva en torno al amor.
Me parece, limitante porque por
experiencia, descubrimos que es posible aprender de forma sencilla a llenar
nuestro ser de afecto. Por tanto, suponer que necesitamos una “media mitad” es creer
que estamos a medias. He allí un
malentendido cultural que hace daño innecesariamente a miles de personas, que
no se detienen a examinar las creencias paradigmáticas que heredamos. Creo en
la posibilidad de que nos sintamos tan afín, tan sintonizado con alguien que
decidamos vivir con esa persona. Lo que no creo es que sólo junto a otro “completemos” nuestro amor. Quiero decir,
nuestra capacidad de experimentar con plenitud el amor no puede depender de la
posibilidad de formar un hogar con
alguien. A mi juicio, nuestra capacidad de experimentar una satisfacción
sentimental permanente en la vida es independiente de que
decidamos estrechar en un contrato matrimonial o de unión libre la relación que mantenemos con otra persona.
En verdad, la idea predominante en
Occidente, consistente en creer que para que
despierte el verdadero
amor en nosotros requerimos de alguien que
lo inspire, de alguien que lo suscite, no tiene demasiado sustento
cuando interpretamos la vida por fuera del marco cultural tradicional como he
tratado de mostrar a lo largo de esta serie de artículos. Decía en el párrafo
anterior, que la creencia de la media
mitad hace daño porque por mucho
tiempo venimos observando y somos
testigos de como multitudes de personas de forma ligera, -siguiendo sin más la
tradición cultural-, sin profundizar en
muchos casos en sus relaciones amorosas, deciden vivir juntas. El resultado,
salta a la vista de todos, multitud de hogares infelices, o en otros casos, con
separaciones marcadas por el resentimiento y el odio. (Desde luego hay
excepciones). Es de aclarar que sólo pretendo, hacer ver a mis lectores que hay
un cierto patrón común en todo estas incómodas situaciones de pareja. Ese
patrón está relacionado directamente con el hecho que el común de las personas
sólo tiene una vaga y confusa idea de lo que es el amor.
A mi modo de ver, nos evitaríamos
tantos sinsabores, si antes de pensar en buscar una pareja permanente, las
personas nos preocupáramos por comprender y experimentar el sentido auténtico
del amor en nosotros mismos, en nuestra dimensión individual. Y cuando esta nueva visión del amor arraigue en
nosotros, cuando esa hermosa experiencia se asemeje a un “desbordamiento” de
alegría no particularizada, entonces sí intentar pasar a otro nivel. Sólo, cuando sintamos que el amor, sea una
experiencia auténticamente enriquecedora en nuestra vida, entonces, si pasar a
pensar en la posibilidad de encontrar
una persona con quien juntarnos y construir un proyecto de vida juntos.
En resumen, creo que seguir
ciegamente las creencias tradicionales, hace daño. Siempre he pensado que cada
uno está en su legítimo derecho de decidir que hacer con su vida. Pero no me
cabe duda que tendremos mayores posibilidades de disfrutar el auténtico sabor
del amor, si nos damos a la tarea de tratar de comprender primeramente su
naturaleza y en la medida que crezca nuestra comprensión, soslayaremos todas
aquellas ideas erradas que entorpecen
nuestro camino a la felicidad.
A propósito de todo esto, ¿Será que
esta nueva forma de visualizar el amor si puede contribuir a que desarrollemos
relaciones amorosas menos tormentosas, más sanas? Una posible respuesta a este
complejo interrogante será tema de nuestro próximo capítulo…
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