Palabras de Buda

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domingo, 19 de agosto de 2012

Es equivocada nuestra idea del amor? (X parte)

X parte. El amor y las expectativas

 Por Jorge Burgos García
19-08-12


Antes de entrar a explicar como podría esta visión universal del amor hacer que nuestras relaciones de pareja sean más armónicas y constructivas, me permito agregar una última cosa sobre la confusa idea de pensar que cuando encontremos nuestra media mitad, será cuando experimentemos realmente el amor. Al respecto, debo decir que creer eso, sería admitir que el motor del desarrollo afectivo de un ser humano es externo.  Sería creer que siempre será otra persona la que posee la llave para abrir la puerta del amor en nuestro ser. En verdad, considerar que necesitemos de la mediación de “otro” para que el amor brote en nuestra existencia, es considerarse una especie de  indigente en el plano emocional, alguien que necesita de la “ayuda emocional” de otros para sobrevivir. Sería desconocer que en nuestro interior reside un tesoro, una fuente inagotable de amor, a la que la vida nos permite acceder en la más absoluta soledad. Cuesta creerlo, pero el crecimiento en materia afectiva, es en su primera etapa un proceso privado, que cuando alcanza fuerza y volumen, nos posibilitará después, asumir de manera más sana nuestras relaciones con los otros seres humanos.

Hay una magnífica y breve historia que ilustra bien este importante asunto afectivo:

Sucedió una vez que un viajero alemán fue a ver en una ocasión a un célebre místico. Debía de estar enfadado por alguna razón. Se desató encolerizado los zapatos, los tiró a un rincón y abrió la puerta bruscamente, dando un golpe...

El místico le dijo:


- “Aún no puedo responder a su saludo. Primero pida perdón a la puerta y a los zapatos””.


- Pero ¿qué le pasa? -preguntó el hombre- ¿Cómo voy a pedirle perdón a una puerta y a unos zapatos? ¿Acaso están vivos?”


- “Ni siquiera pensó usted en eso al descargar su furia sobre esos objetos inanimados -replicó el místico-. Ha tirado los zapatos como si fueran seres vivos culpables de algo, y ha abierto la puerta con tal agresividad que parecía que fuera su enemiga. Como ha reconocido la personalidad de esos objetos descargando su furia sobre ellos, ahora debería pedirles perdón. Si no lo hace, no hablaré con usted”.


El viajero pensó que había recorrido un largo camino desde Alemania para conocer a aquel místico, y que algo tan trivial no le iba a impedir hablar con él. De modo que se acercó a los zapatos y con las manos entrelazadas dijo:


- “Perdonadme por haberme portado mal, amigos. Y, dirigiéndose a la puerta, añadió: Lo siento. No quería haberte empujado así.”

El viajero escribió en sus memorias que al principio se sintió ridículo, pero que cuando terminó de pedir perdón se quedó sorprendido: sentía una paz y una serenidad increíbles...


A continuación fue a sentarse junto al místico, que se echó a reír:

- “Ahora sí -dijo-. Ahora podemos iniciar el diálogo. Ha demostrado cierto amor, y puede relacionarse. Incluso puede comprender, porque ahora se siente ligero y alegre, se siente dichoso. No se trata de ser afectuoso sólo con los seres humanos, sino de amar en general-“ (1)


Esta última parte del cuento, trae consigo una de las reflexiones más significativas que trato de poner en práctica cada día de mi vida: demostrar cierto amor hacia los demás, porque ello facilitará nuestras relaciones con quienes hacen parte de nuestro entorno. Es por ello, que no concibo la idea de que debamos esperar que sea otro el que nos “motive” a brindar amor, no, la capacidad de expresar amor debe anteceder a cualquier tipo de relación. Y esa última frase del sabio, resume magistralmente, la manera como debemos comportarnos a cada momento. Es el más grande de todos los preceptos éticos que nos aporta la sabiduría oriental y que a mi entender, debe guiar nuestro camino emocional.

 En cuanto al interrogante planteado al término del artículo precedente, si creo que esta asunción universal del amor, contribuye a mejorar significativamente nuestras relaciones amorosas particulares. En realidad, se hace menester que aprendamos a amar sin expectativas, a amar sin construir relaciones tendientes aprisionar al otro. Es este, uno de los asuntos cruciales en nuestra vida, las expectativas.


Antes de abordarlo, me gustaría que se interprete con mucho cuidado mi perspectiva en torno al innecesario daño que nos podemos llegar ocasionar al relacionarnos afectivamente con expectativas. Reconozco que es una de las ideas más difíciles de desarraigar de nuestro ser. Y es común que las personas tergiversen mi mensaje y lleguen a la errada conclusión de que tengo una visión pesimista sobre el amor, cuando en verdad mi intención, es que reflexionemos y demos cuenta de algunas ideas que de manera sutil nos vulneran en materia afectiva y hacen que sea difícil construir relaciones amorosas sanas Lo único que pido es que no rechacen de antemano los argumentos que a continuación presento, al menos trata de comprenderlos. Si no los aceptas, estará bien, estarás en tu derecho de hacerlo.


¿Qué hacemos comúnmente en nuestras relaciones amorosas? Amamos teniendo expectativas. ¿Qué significa tener expectativas? Significa que nos imaginamos, -nos hacemos a la idea de-  como en el futuro podría desenvolverse la historia de acuerdo con un patrón preestablecido de antemano. En realidad, cuenta creer esto, pero no tiene sentido. ¿Qué sabemos del futuro de nuestra relación con alguien? nada, y no lo vamos a saber, porque la relación afectiva se construye –como el resto de relaciones que tejemos en la sociedad- en el día a día. Una de las cosas que comúnmente hacemos es hacer promesas en torno a nuestros sentimientos. Expresamos ligeramente a alguien, que lo amaremos por toda la vida, que estamos seguros que es el amor de nuestra vida y demás cosas por estilo. Si racionalizamos un poco frente a este tipo de expresiones, sabemos que no debemos asegurar esas cosas. Porque no sabemos que ello efectivamente vaya a ocurrir. En verdad, lo más honesto, sano y ajustado a la realidad que podemos decirle a nuestra pareja, es sobre la intensidad de lo que sentimos por ella en este momento, en el presente. Lo más sincero que podemos decir, en tiempo futuro, no es una promesa de amor eterno, si no un anhelo de seguir compartiendo este amor por mucho tiempo. He allí una gran diferencia, entre aseverar algo y anhelarlo.



Ocurre, que cuando nos aferramos a una promesa, y esta no se cumple, -cosa en materia afectiva suele pasar- sufrimos innecesariamente. No perdamos jamás de vista, que la vida es dinámica y por tanto, hay circunstancias que se escapan a nuestro control. Y una de las circunstancias que más fluctúa en la existencia es el amor que podemos sentir hacia alguien en particular. Dejemos de pensar con el deseo. De esto, creo que todos lo que han tenido relaciones afectivas pueden dar fe. Habida cuenta de esto, creo que lo más saludable es apartar las expectativas en nuestras relaciones de pareja. Si asimilamos bien, lo que significa el amor en sentido universal, comprenderemos que deberíamos intentar amar en la más absoluta libertad, sin fijarnos plazos de antemano y sin fijarnos condiciones. Limitándonos a disfrutar el presente. Con el paso del tiempo  -y de las experiencias- aprenderemos ,a saber cuándo dejar “ir” al amor, o más bien aprendemos a identificar cuando “el” ya se ha ido, aunque paradójicamente decidamos continuar una relación con alguien. Eso es otra cosa…

Es indispensable, ahondar un poco más alrededor de la extraña y singular relación que existe entre amor, expectativas y el elemento más importante de esta ecuación que es nuestrra vida: la libertad…

Pero será en nuestro próximo capítulo...


1.     OSHO, EL libro del sexo. Editorial Grijalbo. Pág. 81-82

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