Palabras de Buda

Palabras de Buda

martes, 28 de agosto de 2012

La aventura del pensamiento: Aristóteles

Buen resumen de las principales ideas del ilustre discípulo de Platón

La aventura del pensamiento: Platón

Interpretación de Fernando Savater del pensamiento del discípulo más célebre de Sócrates...

domingo, 26 de agosto de 2012

¿Es equivocada nuestra idea del amor? (XII parte)


XII parte. Amor, comunicación y química

Por Jorge Burgos García
26-08-12

En los últimos capítulos hemos comenzado a transitar  en el plano del amor con el que estamos más familiarizados, cuando toma forma de romance, cuando lo convertimos en un “relación particular”. De momento, he intentado mostrar que debiéramos olvidar el cuento de la búsqueda de la otra mitad, en cuanto que no tendría que ser considerada como la condición necesaria para alcanzar la felicidad en la vida.  De igual modo, he intentado explicar qué las expectativas no debieran tener un lugar importante en el amor puesto que  inevitablemente conllevan a que nos formemos una serie de prejuicios y condiciones que por regla general  tienden a restringir las posibilidades de que el amor fluya  libremente  -de manera natural-  entre 2 personas. 

 

En este orden de ideas, es el momento de  compartir  algunas ideas fundamentales en torno a la libertad, la comunicación  y la confianza en el contexto de una relación de amor. Sin embargo, es necesario aclarar antes, un asunto crucial: las condiciones que hacen posible el surgimiento de una relación romántica entre 2 personas. Sé que es un asunto vital en cuanto que en las múltiples charlas improvisadas que en estos años he sostenido sobre el amor, me formulan de  manera recurrente una pregunta  -por demás interesante- mis interlocutores. Palabras más, palabras menos me han dicho: si el verdadero amor no va dirigido a nadie en particular tal como argumentas…¿Qué pasa entonces cuando sentimos que alguien nos interesa sobremanera? ¿Cuándo pensamos más de lo normal en alguien en particular? ¿Cuándo disfrutamos más de la cuenta de la compañía de alguien que empezamos a considerar especial?

 

Al respecto, sostengo que cuando ello pasa, es porque potencialmente el amor podría estar asumiendo la “forma” de romance en nuestra vida. Es un fenómeno humano, relevante en el marco de las sociedades modernas (1). Haciendo una simplificación abusiva de la realidad, diría que esencialmente las posibilidades de construir un romance con una persona requiere la conjugación de 3 elementos que no necesariamente se desarrollan en este orden: química, amistad y valor.  Analicemos las cosas en orden. Cuando, ese extraño fenómeno, que denominamos química, aparece entre dos personas, las probabilidades de transformar las cosas en romance aparecen. Y es entonces cuando esa “expresión de amor universal” que albergamos en nuestro  ser puede convertirse en una “expresión de amor particular” que no por ello, debe hacernos olvidar del resto del mundo y del correspondiente afecto que debemos seguir prodigando a los demás.

 

Sin ahondar demasiado en el tema de la química del amor, es claro a la luz de la ciencia moderna, que cuando alguien despierta nuestro interés, ciertamente ocurre unos cambios temporales en nuestra estructura cerebral. La reconocida antropóloga estadounidense Helen Fisher, considerada la mayor experta en sexualidad, matrimonio y divorcio desde el punto de vista evolutivo y quien ha estudiado alrededor de 50 culturas alrededor del mundo en busca de encontrar patrones comunes en nuestras formas de expresar amor afirma en una entrevista concedida a la revista científica Muy interesante:


La forma en que nos sentimos al enamorarnos funciona con la química de los circuitos cerebrales… Cuando vi por primera vez las imágenes del cerebro enamorado con las regiones activas iluminadas de amarillo brillante y naranja sentí una admiración sobrecogedora. He visto la actividad del flujo sanguíneo en esas áreas y comprobado las sustancias químicas. Hay dos regiones muy activas: el núcleo caudado, una primitiva región en forma de C descubierta hace poco y relacionada con el sistema de recompensa del cerebro, la excitación sexual, las sensaciones de placer y la motivación para lograr recompensas. La otra es el área tegmental ventral, ATV, la veta madre de las células que producen dopamina.

–Dopamina, norepinefrina, serotonina... son las sustancias que ha detectado. ¿Somos una fábrica de drogas naturales cuando nos enamoramos?

 
–Creo que esa locura la producen los niveles altos de dopamina y norepinefrina, y un nivel bajo de serotonina. La dopamina en grandes cantidades, además de aumentar el nivel de testosterona – la hormona del deseo sexual–, está asociada con una gran capacidad de concentración, euforia y dependencia, que son síntomas de adicción. El colocón del enamorado lo producen las sustancias que fabrica su cerebro: el alto nivel de norepinefrina, que produce euforia y pérdida del apetito; el bajo nivel de serotonina tiene que ver con la obsesión de estar con el amado…(2)


Traducido a nuestro lenguaje cotidiano, cuando alguien llama nuestra atención, tienden a aumentar los latidos del corazón y por ende se altera nuestro ritmo respiratorio entre otros aspectos. Pero, más allá de los cambios que se presentan en nuestro aspecto físico, sobresale sin duda, la sensación emotiva que nos embarga al estar cerca de esa persona y percibimos como se modifica nuestro estado de ánimo cuando compartimos algún tiempo con ella.

 
En cuanto a la amistad,  habría que subrayar que es el elemento más importante. Es la única vía segura  que conduce a la edificación de una sana y sostenida relación de amor. No existen verdaderas posibilidades de hacer que un romance se mantenga armónico en el tiempo sino se construye una auténtica amistad. Podrá seguir indefinidamente la relación, mas no el amor, como en no pocos casos ha ocurrido, ocurre y seguirá ocurriendo. Suele creerse erradamente que la atracción sexual es el elemento primordial en el amor. Nada más alejado de la realidad. El verdadero motor del amor, es decir, de nuestro anhelo de permanecer con alguien se encuentra en nuestro aparato afectivo. Si no disfruto de las conversaciones que tengo con mi pareja, si apenas las soporto, es una manifiesta señal que probablemente estamos con una persona con la cual no encajamos como suponíamos.(3) A la luz de nuestras experiencias, debiéramos caer en cuenta, que el amor, en su “versión romance”, es – en sentido metafórico pero casi literal- frágil. La única manera como podríamos evitar que se quiebre con el paso del tiempo es sobre la base de una fluida comunicación.

 
No hay nada más importante en una relación afectiva que saberse comunicar. Lo que implica necesariamente establecer una genuina confianza con el otro. La mayor parte del tiempo que pasamos con nuestra pareja es intercambiando ideas no manteniendo relaciones coitales. Infortunadamente, la mayor parte de las veces, por inconscientes, no nos damos cuenta cuanto lastimamos la relación cuando no sabemos resolver nuestras diferencias, cuando no coincidimos en una situación o asunto determinado. Cuando la comunicación entre los 2 cae en un punto muerto. A mi manera de ver las cosas, importando poco nuestra edad y el tipo de relación que tengamos –sea matrimonio, noviazgo, de amigovios  o de cualquier otra índole- no es justificable que 2 personas que están intentando construir algo juntos, terminen un encuentro molestos,  insultándose o sin hablarse. Aunque pasadas unas horas, unos días, semanas o meses la relación reanude, el daño está hecho. De algún modo empieza a resentir al amor. Es inevitable, que en algún momento no estemos de acuerdo con el otro, que sintamos frustración, que sintamos ira, decepción. Pero, si está en nuestras manos saber canalizar esas emociones de manera racional.


Si la idea del amor en su sentido universal, ha cristalizado en nosotros, es en situaciones como esta, donde se evidencia.  A  mi entender, cuando nos sentimos inconformes, por cualquier motivo, debemos, antes que nada serenarnos y expresárselo a la otra persona, sin necesidad de insultar -mucho menos gritar- y esperar una respuesta, sin que necesariamente ella tenga que hacerlo. Si es algo que consideremos realmente grave, como una infidelidad, o cualquier otra cosa que nos hayan ocultado y nos ofenda, pues comuniquemos que no estamos dispuesto a continuar y punto. Los insultos y demás improperios están demás. No estoy diciendo que no se vaya a sentir dolor, decepción e ira. Eso es natural en nuestra condición humana. Sin embargo, sé que podemos aprender a actuar con tranquilidad aun en situaciones que nos duelan bastante en materia emocional. No olvidemos que estamos al lado de un ser humano y errar es parte de nuestra naturaleza.

 
Hay más cosas por decir sobre nuestras relaciones afectivas, la comunicación, la amistad, la libertad y sobre las condiciones que hacen posible que el amor florezca entre dos personas…pero lo continuaremos en nuestro próximo capítulo…
 
1.     Digo potencialmente, porque  pueda que esté asumiendo la “forma” de una fructífera amistad (en tal caso nos sucede incluso con personas de nuestro mismo sexo).
2.     Puede verse la entrevista completa en http://www.muyinteresante.es/helen-fisher
3.     De esto hablaré  próximamente con un poco más de profundidad cuando hable del tiempo que debemos tomarnos antes de decidir dar comienzo a una relación amorosa)

lunes, 20 de agosto de 2012

Es equivocada nuestra idea del amor? (XI parte)


XI parte. El amor y los prejuicios
Por Jorge Burgos García
20-08-12
En el artículo anterior, analizaba uno de los elementos más complejos alrededor del amor, las expectativas. Es natural que genere resistencia comprender que estas no son necesarias en el plano del amor, pues vivimos en una sociedad, cuyo educación está fundada en la planeación y consecución de logros. Es decir, en la generación de  una serie de expectativas que deben satisfacerse. Así que de un momento a otro, entender que si avanzamos por una relación amorosa sin expectativas no parece una buena idea, no parece una decisión inteligente. Más bien lo contrario, pensaremos que estamos sentenciando la relación al fracaso.

Respeto profundamente esa postura tradicional frente a este tema. No obstante, a mi manera de ver, son las expectativas las causantes de buena parte del sufrimiento que nos genera el amor. Una cosa, es ilusionarse, pensar que si la relación  amorosa con una persona marcha bien, debería continuar del mismo modo. Eso lo comprendo. Lo que es inaceptable e insano, es pensar que porque las cosas estén funcionando bien, ello va a continuar así invariablemente. Puede que sí, es una posibilidad. Pero no podemos descartar la otra posibilidad: puede que el amor se extinga.  Puede que el tiempo que compartamos junto a alguien, deje de emocionarnos. Es posible que uno de los 2, deje de sentirse cómodo en la relación, sea porque se siente “aprisionado” –cosa muy común-, o quizás porque empiece a sentir interés por otra persona.  O podrían existir otras razones más, porque el amor es un fenómeno humano. Y por tanto, está sujeto a cambios, los sentimientos no sin estáticos. A veces, el amor no cesa de crecer entre 2 personas con el paso del tiempo. Es maravilloso cuando ello ocurre. Pero otras veces, pasa lo contrario. Por ello, como expliqué en el artículo anterior, creo que deberíamos dejar de prometernos cosas, creo que deberíamos de fijarnos de antemano, el rumbo que le queremos dar una relación con alguien. Creo que el tiempo, junto a la intensidad del romance, nos irá dando señales inequívocas sobre la “forma” que podría asumir la relación en el futuro.



 
Ahora bien, la pregunta obligada: ¿Como sería amar sin expectativas?. No es nada complejo, es simplemente aprender a no poner condiciones en una relación. Es aprender a ir despacio, sin afán en el terreno del amor. Esto no es enrevesado. Pero sucede que nos enfrentamos a una dificultad mayúscula en este punto: la vertiginosa sociedad moderna de la que hacemos parte, nos conduce  -en muchos casos inconscientemente- a querer conseguir las cosas pronto, de manera casi instantánea. Y Puede que ello sea válido en otros ámbitos de la sociedad, pero en el ámbito del amor no tiene mayor validez, casi siempre es perjudicial.



Una sana relación de amor, muy probablemente no se construye, en una noche de fiesta, ni en un par de citas. Quizás haya excepciones, pero lo natural, es que cuando nos damos la oportunidad de compartir con alguien que empieza a despertar nuestro interés, se requiera tiempo para  conocer un poco más del otro. Tiempo para comprobar si realmente, nuestros corazones empiezan a latir con fuerza cuando se tiene la ocasión de interactuar. Tiempo para intuir, si lo que empezamos a percibir en el otro –y por el otro-  es real o una ilusión construida por nuestras emociones primarias. Pues, es parte de la vida, que nuestro interés sea mayor al del otro o viceversa. O pude que ello, sea así al comienzo y al cabo de unas cuantas citas la proporción haya variado. En fin, el amor tiene muchas variables. Pero, quiero dar cuenta que sólo las conoceremos si dejamos la prisa, si dejamos de tomar decisiones precipitadas. Una cosa es tener mentalidad liberal. Eso es plausible. Es mucho mejor crecer en una sociedad, donde puedo escoger con quien establecer una relación afectiva que una donde no tenga esa opción. Pero ello, no debe conducirnos a “liberarnos” de manera extrema en asuntos de amor. Por regla general, una buena relación de amor toma tiempo. No lo olvidemos.

Otro de los elementos más importantes, en esto que denomino amar sin expectativas, es no tener prejuicios en materia afectiva. Y los hay de todo tipo. Nos colocamos en búsqueda de una potencial pareja (sea para construir una relación formal o incluso informal) con un “perfil” construido de antemano. Eso es ser prejuicioso, es limitar nuestras posibilidades de coincidir con una persona que encaje armónicamente con nosotros. Quiero decir que, si anticipadamente,  nos hacemos a la idea que la persona con la que deseamos construir una relación deba tener determinadas características físicas, deba tener una edad que oscile en un rango determinado,  deba tener ciertas condiciones económicas,  determinada profesión y además, deba tener la aprobación de mi círculo de amigos y familiares.  A mi entender, todas esas condiciones, que comúnmente nos configuramos mentalmente, nos restringen nuestras probabilidades de encontrar una persona con la que podamos estar plenamente sintonizados. Varios de esos “requisitos”  debieran ser irrelevantes, porque lo que estamos haciendo se asemeja más a un examen de admisión que a la búsqueda de una relación sentimental.



 
Para mi, amar sin expectativas, está directamente relacionado con potenciar nuestra afectividad interna, en desarrollar un corazón abierto al amor, en no pretender “atar” los sentimientos de una persona a los nuestros. Eso no está bien, eso es una forma de violencia, es causal de sufrimiento. Mientras el amor esté vivo disfrutémoslo, pero cuando “muera” debemos aceptarlo con dignidad. No queda otro camino. No tiene sentido mantener una relación forzada, engañándonos a nosotros mismos, manteniendo la falsa ilusión que el amor aún está presente. Lo más sano y constructivo que podemos hacer por respeto a uno mismo y al otro es separarse cuando se sienta que el amor se esfumó. Tal vez vuelva pasado un tiempo, pero tal vez no. Eso es  un signo de madurez, eso es asumir plenamente la libertad (no intentar mantener  confinando a alguien en el “cajón” de una relación). Mientras,  debemos preparar nuestro ser para intentarlo más adelante. Mientras llega una nueva oportunidad, limitémonos a seguir desarrollando nuestra capacidad de dar afecto.

De la libertad, de la importancia de la comunicación  y la confianza que deben caracterizar una relación de amor…será del o que hablaré en nuestro próximo capítulo…

domingo, 19 de agosto de 2012

Es equivocada nuestra idea del amor? (X parte)

X parte. El amor y las expectativas

 Por Jorge Burgos García
19-08-12


Antes de entrar a explicar como podría esta visión universal del amor hacer que nuestras relaciones de pareja sean más armónicas y constructivas, me permito agregar una última cosa sobre la confusa idea de pensar que cuando encontremos nuestra media mitad, será cuando experimentemos realmente el amor. Al respecto, debo decir que creer eso, sería admitir que el motor del desarrollo afectivo de un ser humano es externo.  Sería creer que siempre será otra persona la que posee la llave para abrir la puerta del amor en nuestro ser. En verdad, considerar que necesitemos de la mediación de “otro” para que el amor brote en nuestra existencia, es considerarse una especie de  indigente en el plano emocional, alguien que necesita de la “ayuda emocional” de otros para sobrevivir. Sería desconocer que en nuestro interior reside un tesoro, una fuente inagotable de amor, a la que la vida nos permite acceder en la más absoluta soledad. Cuesta creerlo, pero el crecimiento en materia afectiva, es en su primera etapa un proceso privado, que cuando alcanza fuerza y volumen, nos posibilitará después, asumir de manera más sana nuestras relaciones con los otros seres humanos.

Hay una magnífica y breve historia que ilustra bien este importante asunto afectivo:

Sucedió una vez que un viajero alemán fue a ver en una ocasión a un célebre místico. Debía de estar enfadado por alguna razón. Se desató encolerizado los zapatos, los tiró a un rincón y abrió la puerta bruscamente, dando un golpe...

El místico le dijo:


- “Aún no puedo responder a su saludo. Primero pida perdón a la puerta y a los zapatos””.


- Pero ¿qué le pasa? -preguntó el hombre- ¿Cómo voy a pedirle perdón a una puerta y a unos zapatos? ¿Acaso están vivos?”


- “Ni siquiera pensó usted en eso al descargar su furia sobre esos objetos inanimados -replicó el místico-. Ha tirado los zapatos como si fueran seres vivos culpables de algo, y ha abierto la puerta con tal agresividad que parecía que fuera su enemiga. Como ha reconocido la personalidad de esos objetos descargando su furia sobre ellos, ahora debería pedirles perdón. Si no lo hace, no hablaré con usted”.


El viajero pensó que había recorrido un largo camino desde Alemania para conocer a aquel místico, y que algo tan trivial no le iba a impedir hablar con él. De modo que se acercó a los zapatos y con las manos entrelazadas dijo:


- “Perdonadme por haberme portado mal, amigos. Y, dirigiéndose a la puerta, añadió: Lo siento. No quería haberte empujado así.”

El viajero escribió en sus memorias que al principio se sintió ridículo, pero que cuando terminó de pedir perdón se quedó sorprendido: sentía una paz y una serenidad increíbles...


A continuación fue a sentarse junto al místico, que se echó a reír:

- “Ahora sí -dijo-. Ahora podemos iniciar el diálogo. Ha demostrado cierto amor, y puede relacionarse. Incluso puede comprender, porque ahora se siente ligero y alegre, se siente dichoso. No se trata de ser afectuoso sólo con los seres humanos, sino de amar en general-“ (1)


Esta última parte del cuento, trae consigo una de las reflexiones más significativas que trato de poner en práctica cada día de mi vida: demostrar cierto amor hacia los demás, porque ello facilitará nuestras relaciones con quienes hacen parte de nuestro entorno. Es por ello, que no concibo la idea de que debamos esperar que sea otro el que nos “motive” a brindar amor, no, la capacidad de expresar amor debe anteceder a cualquier tipo de relación. Y esa última frase del sabio, resume magistralmente, la manera como debemos comportarnos a cada momento. Es el más grande de todos los preceptos éticos que nos aporta la sabiduría oriental y que a mi entender, debe guiar nuestro camino emocional.

 En cuanto al interrogante planteado al término del artículo precedente, si creo que esta asunción universal del amor, contribuye a mejorar significativamente nuestras relaciones amorosas particulares. En realidad, se hace menester que aprendamos a amar sin expectativas, a amar sin construir relaciones tendientes aprisionar al otro. Es este, uno de los asuntos cruciales en nuestra vida, las expectativas.


Antes de abordarlo, me gustaría que se interprete con mucho cuidado mi perspectiva en torno al innecesario daño que nos podemos llegar ocasionar al relacionarnos afectivamente con expectativas. Reconozco que es una de las ideas más difíciles de desarraigar de nuestro ser. Y es común que las personas tergiversen mi mensaje y lleguen a la errada conclusión de que tengo una visión pesimista sobre el amor, cuando en verdad mi intención, es que reflexionemos y demos cuenta de algunas ideas que de manera sutil nos vulneran en materia afectiva y hacen que sea difícil construir relaciones amorosas sanas Lo único que pido es que no rechacen de antemano los argumentos que a continuación presento, al menos trata de comprenderlos. Si no los aceptas, estará bien, estarás en tu derecho de hacerlo.


¿Qué hacemos comúnmente en nuestras relaciones amorosas? Amamos teniendo expectativas. ¿Qué significa tener expectativas? Significa que nos imaginamos, -nos hacemos a la idea de-  como en el futuro podría desenvolverse la historia de acuerdo con un patrón preestablecido de antemano. En realidad, cuenta creer esto, pero no tiene sentido. ¿Qué sabemos del futuro de nuestra relación con alguien? nada, y no lo vamos a saber, porque la relación afectiva se construye –como el resto de relaciones que tejemos en la sociedad- en el día a día. Una de las cosas que comúnmente hacemos es hacer promesas en torno a nuestros sentimientos. Expresamos ligeramente a alguien, que lo amaremos por toda la vida, que estamos seguros que es el amor de nuestra vida y demás cosas por estilo. Si racionalizamos un poco frente a este tipo de expresiones, sabemos que no debemos asegurar esas cosas. Porque no sabemos que ello efectivamente vaya a ocurrir. En verdad, lo más honesto, sano y ajustado a la realidad que podemos decirle a nuestra pareja, es sobre la intensidad de lo que sentimos por ella en este momento, en el presente. Lo más sincero que podemos decir, en tiempo futuro, no es una promesa de amor eterno, si no un anhelo de seguir compartiendo este amor por mucho tiempo. He allí una gran diferencia, entre aseverar algo y anhelarlo.



Ocurre, que cuando nos aferramos a una promesa, y esta no se cumple, -cosa en materia afectiva suele pasar- sufrimos innecesariamente. No perdamos jamás de vista, que la vida es dinámica y por tanto, hay circunstancias que se escapan a nuestro control. Y una de las circunstancias que más fluctúa en la existencia es el amor que podemos sentir hacia alguien en particular. Dejemos de pensar con el deseo. De esto, creo que todos lo que han tenido relaciones afectivas pueden dar fe. Habida cuenta de esto, creo que lo más saludable es apartar las expectativas en nuestras relaciones de pareja. Si asimilamos bien, lo que significa el amor en sentido universal, comprenderemos que deberíamos intentar amar en la más absoluta libertad, sin fijarnos plazos de antemano y sin fijarnos condiciones. Limitándonos a disfrutar el presente. Con el paso del tiempo  -y de las experiencias- aprenderemos ,a saber cuándo dejar “ir” al amor, o más bien aprendemos a identificar cuando “el” ya se ha ido, aunque paradójicamente decidamos continuar una relación con alguien. Eso es otra cosa…

Es indispensable, ahondar un poco más alrededor de la extraña y singular relación que existe entre amor, expectativas y el elemento más importante de esta ecuación que es nuestrra vida: la libertad…

Pero será en nuestro próximo capítulo...


1.     OSHO, EL libro del sexo. Editorial Grijalbo. Pág. 81-82

jueves, 16 de agosto de 2012

Desafío en el Pacífico

La expansión japonesa (21 minutos)

Apocalipsis en el pacífico

Este documental resume en 18 minutos, las principales batallas navales navales en el pacífico entre Japón y Estados Unidos durante la segunda guerra mundial.

domingo, 12 de agosto de 2012

Es equivocada nuestra idea del amor? (IX parte)

IX parte.  Olvidemos la otra mitad


Por Jorge Burgos García
12-08-12


Hacer frente a una de las ideas más invertebradas de la sociedad occidental, la de la búsqueda de una media mitad (o naranja) anuncia que llega el momento de abordar el amor desde la perspectiva relacional, es decir, como el establecimiento de una relación entre 2 seres humanos.

No obstante, antes de pasar a esa dimensión, es menester, dar a conocer un último y grato cambio que se da cuando asumimos esta nueva visión del amor. Además, de los indicados en el artículo precedente,  de los que cada quién es testigo, están los referentes a la manera como las otras personas empezarán a percibirnos: como personas dignas de confianza y agradables. Y eso, es indudablemente, una de las cosas más satisfactorias que se puede alcanzar. El cariño, el afecto, el trato honesto y la confianza de las personas con las que tenemos una comunicación regular son señales inequívocas de que estamos por el rumbo indicado en materia de amor. 

Dentro de este orden de ideas, es momento de pasar a desentrañar al amor cuando de expresión universal pasa a convertirse en una expresión particular, cuando lo “alojamos” en el marco de una relación. Al respecto, uno de los mayores malentendidos que ocasiona dificultades en la vida es creer que la única manera de sentirnos realizados en la vida es encontrar alguien con quien hacer pareja, alguien que haga “despertar” nuestro amor, alguien que se convierta en el amor de nuestra vida. El problema esencial es que no puede ser considerado como la única opción de vida para sentirnos satisfechos en el amor, en la vida. ¿Sólo por medio de la unión vitalicia con otra persona es que podemos sentirnos plenos en la vida?. No sé, me parece una postura excesivamente restrictiva en torno al amor.

Me parece, limitante porque por experiencia, descubrimos que es posible aprender de forma sencilla a llenar nuestro ser de afecto. Por tanto, suponer que necesitamos una “media mitad” es creer que estamos a medias. He allí un malentendido cultural que hace daño innecesariamente a miles de personas, que no se detienen a examinar las creencias paradigmáticas que heredamos. Creo en la posibilidad de que nos sintamos tan afín, tan sintonizado con alguien que decidamos vivir con esa persona. Lo que no creo es que sólo junto a otro  “completemos” nuestro amor. Quiero decir, nuestra capacidad de experimentar con plenitud el amor no puede depender de la posibilidad  de formar un hogar con alguien. A mi juicio, nuestra capacidad de experimentar una satisfacción sentimental permanente en la vida es independiente de que decidamos estrechar en un contrato matrimonial o de unión libre  la relación que mantenemos con otra persona.

En verdad, la idea predominante en Occidente, consistente en creer que para que  despierte  el verdadero amor en nosotros requerimos de alguien que  lo inspire, de alguien que lo suscite, no tiene demasiado sustento cuando interpretamos la vida por fuera del marco cultural tradicional como he tratado de mostrar a lo largo de esta serie de artículos. Decía en el párrafo anterior, que la creencia de la media mitad  hace daño porque por mucho tiempo venimos observando y  somos testigos de como multitudes de personas de forma ligera, -siguiendo sin más la tradición cultural-,  sin profundizar en muchos casos en sus relaciones amorosas, deciden vivir juntas. El resultado, salta a la vista de todos, multitud de hogares infelices, o en otros casos, con separaciones marcadas por el resentimiento y el odio. (Desde luego hay excepciones). Es de aclarar que sólo pretendo, hacer ver a mis lectores que hay un cierto patrón común en todo estas incómodas situaciones de pareja. Ese patrón está relacionado directamente con el hecho que el común de las personas sólo tiene una vaga y confusa idea de lo que es el amor.

A mi modo de ver, nos evitaríamos tantos sinsabores, si antes de pensar en buscar una pareja permanente, las personas nos preocupáramos por comprender y experimentar el sentido auténtico del amor en nosotros mismos, en nuestra dimensión individual. Y cuando esta nueva visión del amor arraigue en nosotros, cuando esa hermosa experiencia se asemeje a un “desbordamiento” de alegría no particularizada, entonces sí intentar pasar a otro nivel.  Sólo, cuando sintamos que el amor, sea una experiencia auténticamente enriquecedora en nuestra vida, entonces, si pasar a pensar en la posibilidad de  encontrar una persona con quien juntarnos y construir un proyecto de vida juntos.

En resumen, creo que seguir ciegamente las creencias tradicionales, hace daño. Siempre he pensado que cada uno está en su legítimo derecho de decidir que hacer con su vida. Pero no me cabe duda que tendremos mayores posibilidades de disfrutar el auténtico sabor del amor, si nos damos a la tarea de tratar de comprender primeramente su naturaleza y en la medida que crezca nuestra comprensión, soslayaremos todas aquellas ideas erradas que  entorpecen nuestro camino a la felicidad.

A propósito de todo esto, ¿Será que esta nueva forma de visualizar el amor si puede contribuir a que desarrollemos relaciones amorosas menos tormentosas, más sanas? Una posible respuesta a este complejo interrogante será tema de nuestro próximo capítulo…

Es equivocada nuestra idea del amor? (VIII parte)



VIII parte. El amor y su auténtica aroma


Por Jorge Burgos García
12-08-12

Definitivamente la imaginación puede modificar nuestra visión de la vida y del amor en particular. Esto se evidencia con simples experiencias de las que cada uno de nosotros puede dar fe. Si traemos a fuerza de imaginación, algún recuerdo agradable del pasado, nuestro cuerpo reaccionará, en la medida en que lo hagas más vívido, del mismo modo que lo haría si estuviera ocurriendo en realidad. Y lo mismo ocurrirá si traemos imaginariamente una experiencia desagradable.

En la imaginación está basada la denominada “Ley de la atracción”, muy popularizada en nuestro días desde que salió a la luz el libro El secreto. Sin embargo, quizás sea esta sencilla historia, la que pueda ayudarnos a terminar de asimilar el inmenso poder que tiene la imaginación humana.
Cuenta la historia que un caballero medieval asistía a un curso para matar dragones en la escuela local. Varios caballe­ros más jóvenes acudían a esta clase especial impartida por el mago Merlín.
Nuestro antihéroe fue a ver a Merlín el primer día para ha­cerle saber que probablemente no le irían bien las cosas en el curso porque era un cobarde y estaba seguro de que siempre estaría demasiado asustado y sería demasiado inepto como para ser capaz de matar a un dragón. Merlín dijo que no hacía falta que se preocupara porque había una espada mágica para matar dragones y que él se la daría a este joven y cobarde ca­ballero. El caballero estaba deleitado por tener este apoyo má­gico oficial con el que cualquier caballero, no importaba lo poco que se lo mereciera, podría matar un dragón. Desde la primera salida a los campos, con su espada mágica en la mano, el cobarde caballero mató un dragón tras otro, liberando a una doncella tras otra.
Un día, hacia el final del curso. Merlín propuso un reto en la clase a la que estaba asistiendo el caballero. Los estudiantes tenían que salir al campo y matar un dragón ese mismo día. En la conmoción de la excitación, mientras todos los demás caballeros corrían para probar su temple, nuestro antihéroe agarró del armero la espada equivocada. Pronto se encontró a sí mismo en la boca de la cueva de la que tenía que liberar a una doncella cautiva. Su captor salió corriendo hacia fuera respirando fuego. Sin saber que había agarrado la espa­da equivocada, el joven caballero retrocedió preparándose para acabar con la embestida del dragón. Cuando estaba a punto de golpear se dio cuenta de que había cogido la espada equivocada. Ésta no era la espada mágica, tan sólo era una es­pada corriente pero adecuada para buenos caballeros.
Era demasiado tarde para parar. Bajó la espada corriente con un certero barrido de su brazo, y para su sorpresa se des­prendió la cabeza del dragón. Volvió a la clase, con la cabeza del dragón atada a su cin­turón, con la espada en la mano y la doncella a remolque, y corrió hacia Merlín para contarle su error y su inexplicable re­cuperación.
Cuando escuchó la historia del joven caballero, Merlín se echó a reír. Su respuesta al joven caballero fue: «Pensé que ya te lo habrías imaginado, ninguna de las espadas son mágicas y nunca antes lo han sido. La única magia consiste en creer».
Ciertamente, el acto mágico más auténtico y audaz, es convencernos a nosotros mismos, que podemos gestar importantes fluctuaciones en nuestra vida. Esta nueva manera de concebir el amor, paulatinamente nos convertirá en seres humanos  integrales. Como mencioné en el artículo anterior, olvidémonos del tiempo, esa es la condición necesaria. Un día cualquiera empezaremos a ser testigo de los cambios que empiezan a ocurrir en nosotros. Notaremos que serán menos los momentos que dedicamos a  actuar con malas intenciones, serán menos los momentos de ira, de tristeza, de miedo, de impaciencia, de odio, de desesperanza, de envidia, y de ambición. Comenzaremos a sonreír un mayor número de veces,  a sentir alegría sin motivo especial.

Y cuando todo lo anterior empieza a suceder, es porque nuestro ser está colmándose de amor, y eso no puede mantenerse retenido en nuestro interior, sería como contener la respiración, imposible. Justamente esta experiencia, nos conduce inexorablemente a  ampliar nuestra idea sobre lo que es el verdadero amor: experimentaremos que el amor es literalmente un desbordamiento, no podemos mantenerlo enclaustrado en nuestro interior. Puesto en otras palabras, no podemos evitar compartir con los demás las cosas que consideramos valiosas. Las flores no pueden aprisionar su aroma, nosotros  tampoco podremos aprisionar nuestra fragancia,  nuestra corriente de afecto. No podemos evitar hacer lo que esté a nuestro alcance por ayudar a los demás,  porque eso es una de las más prístinas expresiones de amor, no la vaga idea que de niño echó raíces en nuestra mente. En nuestras manos está si nos damos a la tarea de desarraigarla o no. Lo único seguro es que entre más compartamos amor, entre mayor sea la corriente de cariño que desbordamos hacia los demás, más se “cristalizará” nuestro ser, más personas cobijaremos en nuestro corazón, pues un corazón tejido de afecto no tiene límites, siempre es capaz de ensancharse un poco más… 

A esta altura de nuestra “exploración” , se hace necesario  hacer frente a uno de las creencias más inveteradas y nocivas que respecto al amor predomina en Occidente. La idea que es necesario encontrar una “media mitad” para que podamos “completar” nuestra felicidad. Pero eso será en nuestro próximo capítulo…

domingo, 5 de agosto de 2012

La visión de Colombia de Kenji Orito


El colombo Japonés Kenji orito Diaz se hace famoso con este discurso de 10 minutos, que pronunció en 2010 al ser premiado por JCI Colombia (Cámara junior internacional) como uno de los 10 jóvenes sobresalientes por su servicio humanitario en ciudad Bolívar, Bogotá.

¿Por qué los colombianos somos pobres?

Este documental del programa La Línea, del canal Televida de Medellín -que recibió en 2011 el Premio Internacional de Periodismo Rey de España-, en tan sólo 27 minutos nos muestra como las diferencias que a nivel educacional que existen entre las sociedades suiza, japonesa y colombiana, han hecho que mientras los dos primeras hagan parte de los Estados más desarrollados del mundo, la nuestra haga parte de un Estado con altos niveles de pobreza

Al término del documental, cada quien será libre de extraer sus propias conclusiones, pero no hay duda que este trabajo comparativo es un invaluable aporte a nuestra conciencia.

viernes, 3 de agosto de 2012

Submarinos nucleares:máquinas extremas

Este documental  nos permite conocer  como funcionan los Submarinos nucleares y por qué son considerados uno de los desarrollos tecnológicos más imponentes  de la Historia