Palabras de Buda

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martes, 10 de julio de 2012

¿Es equivocada nuestra idea del amor? (VII parte)

La imaginación y el amor

Por Jorge Burgos García
10-07-12
En realidad, activar nuestra capacidad de ser afectuosos es de las cosas más sublimes de la vida. Es el único sendero que quizás pueda conducirnos a la edificación de un entorno en el que predomine la armonía y la cordialidad entre nosotros. Y por experiencia propia, todos sabemos que cuando en nuestro contexto inmediato reina la serenidad, existen enormes posibilidades de que nuestras habilidades intelectuales, sociales, laborales y de cualquier otro tipo se desarrollen de mejor manera. Ser amoroso, es parte de nuestra condición humana, y no debemos obstaculizar –la gran mayoría de las veces involuntariamente- el despliegue de esta cualidad. Llenarnos de amor es lo que necesitamos aprender a hacer de manera deliberada, si queremos experimentar, de manera no intermitente- el autentico significado del amor.

En verdad, a mi manera de ver, el problema no es que no tengamos experiencias verdaderas de amor en nuestras vidas. No, nuestra “asignatura pendiente”,  es que no hemos hecho del amor un fenómeno permanente en nuestra existencia. Lo “reservamos” para ciertas ocasiones, es decir, actuamos de manera mezquina; como si nuestra capacidad de amar se pudiera agotar si lo hago de manera continua. Y entiendo que nos comportemos así, porque como he dicho en un artículo anterior,  esa es la idea de amor que hemos asimilado de niños.  No hemos convertido la afectividad en una expresión cotidiana, en una expresión universal. Tendemos por cultura, a “seleccionar”  a quienes prodigar afecto. He allí la raíz de nuestro déficit en materia de afecto.

 Ahora,  para conseguir este sano y enriquecedor cambio en nuestra vida, lo primero que requerimos, es olvidarnos del tiempo, no podemos colocarnos plazos.  Por costumbre, en Occidente, procuramos que las cosas que queremos se den en cierto periodo de tiempo. Desafortunadamente, en el plano emocional ello no aplica.  Pretender que nos suceda un cambio en –por decir algo- una semana o un mes es ilusorio. Tampoco es cuestión de esfuerzo, sino de disposición.  Sé que estos  2 términos parecen a primera vista sinónimos, pero no, hay una sutil diferencia, que es importante reconocer. Con la palabra esfuerzo, visualizamos la idea de “imponernos” algo, de incomodarnos en cierta  forma  a fin de conseguir una meta determinada en un tiempo específico. En cambio, la palabra disposición, debe ser interpretada, como la actitud que asumimos cuando buscamos un cambio, ajeno a autoimposiciones e incomodidades; es cuando intentamos lograr las cosas por convicción, por tanto, disfrutamos de la “transición”  y no nos fijamos un plazo determinado para conseguir eso  que anhelamos.

 Tengamos presente que los verdaderos –y duraderos- cambios en la vida adulta, generalmente no son forzados, ocurren como consecuencia de una buena disposición. Y en este caso, para activar esta cualidad, para inundar nuestro ser de amor, debemos  aprender a canalizar nuestra energía. Estamos cargados de bioenergía, al igual que el resto de seres vivos. Seamos conscientes del cúmulo de energía positiva que cargamos, y transmitámoslas  a los otros sin ninguna clase de distinción. ¿Qué debemos hacer activarla? Sólo necesitamos agregarle un poco de imaginación  a las cosas cotidianas que hacemos a diario. Allí reside la clave. Saludemos a cada persona con la que nos encontremos, sintiendo que transmitimos energía al estrechar su mano (No es necesario sujetarla con fuerza); miremos a los demás con ternura, con profundo respeto. Es de saber, que  nuestros ojos también transmiten energía. Entre otras cosas, cuando comprendemos la naturaleza auténtica del amor, descubrimos que las jerarquías sociales son artificiales, en verdad todos somos iguales. Cada vez que hablemos, hagámoslo enérgicamente (aclaro, esto no implica necesariamente gritar), pensemos bien cada proposición que pronunciamos, que ellas tengan una intención de aprendizaje. Convenzámonos que de cierto modo, estamos aportando algo valioso a los demás –recordemos que todos sin excepción, tenemos experiencias y conocimientos que pueden ser útiles a nuestros semejantes-. Incluso, hasta si se trata de hacer reír a los otros, aprendamos a sonreír con naturalidad, no de forma artificial.

 Y quizás una de las más importantes y difícil de aprender, pero necesarias. Cuando sintamos que la tristeza y/o la melancolía nos atrapan, disfrutémoslas...eso nos recuerda que somos humanos. Es una de las contradicciones más grandes de la existencia, pero es real, no es broma. En momentos en que la tristeza nos embarga, la solución está en nosotros, sólo tenemos que DISPONERNOS  a disfrutarla, a deleitarnos con ella. Ello no implica tener que estar sonriendo, no. Implica pensar que es parte de nuestra condición humana. Así como los terremotos o las lluvias son fenómenos naturales, las emociones “negativas” como la tristeza son parte de nuestro ser. Si lo hacemos, al rato notaremos que se empieza a diluir.

 Por último, algo profundamente significativo, que nos ayudará a ser personas afectuosas, a llenarnos de amor es lo siguiente. Es una  experiencia increíblemente simple pero superlativa: cada vez que podamos, que podrá ser cada vez que lo recordemos, imaginemos que estamos inhalando y exhalando amor, no simplemente aire. Si lo hacemos, es casi seguro, que empezaremos a experimentar mayores momentos de tranquilidad, de paz  de relax, de serenidad  en nuestra vida. Puedes llamarlo como quieras, lo importante es el efecto que produce.

 Eso es todo lo que debemos hacer para colmarnos de afecto. Sé que cuesta  creer a priori que cosas tan sencillas puedan hacer cambiar y enriquecer nuestra visión del amor. De ahí que mi mensaje esencial es que decidas  experimentarlo por tu cuenta. Puedo confesarles, que una de las cosas básicas que he aprendido en la vida es que no se requiere ningún ritual especial para lograr una transformación en nuestro ser. Ni sentarse a rezar, ni vestir de cierto modo particular, ni llevar colgado en las manos cierto amuleto, ni integrarse a una comunidad religiosa en particular, ni nada por el estilo, para provocar un cambio significativo en nosotros. El potencial de amor que cada uno de nosotros lleva en su interior, puede  germinar y hacernos cambiar de un modo sano.

Si has leído con atención, tendrás en claro que el motor de estos cambios, es la “inserción” de un poco de imaginación en nuestros actos cotidianos. Resulta increíble a primera vista…creer cuanto podríamos lograr sólo con la imaginación. De ella, y de los –paradójicos- efectos reales que produce esta nueva visión del amor en nuestra vida será de lo que charlaré...en el próximo capítulo.


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