XIII parte. El amor, más allá de una
relación
Por Jorge
Burgos García
09-09-12
En el capítulo anterior, he
comenzado a hablar del tema quizás más significativo en torno a la naturaleza del amor: las
condiciones que son necesarias para que este prospere entre 2 personas. Me he
referido a como la química, hace que de algún modo, nuestro ser se interese de
manera particular en una persona con
la que deseamos tener un contacto más íntimo –no sólo en el plano físico- .
Luego de ello, he comentado con más profundidad, la amistad, dado que es el fertilizante
que
hace que el amor florezca de
manera asombrosa
entre 2 seres humanos.
En ese orden de ideas, era necesario
hacer hincapié en la importancia que
guarda la comunicación en todas las
relaciones humanas. Por ello, insisto en algo, mientras no comprendamos
que el amor siempre saldrá lesionado si
nos mantenemos resolviendo nuestros conflictos de pareja –como hace la mayoría
de personas- con insultos, gritos y
reproches, no crearemos un clima favorable para su sostenimiento en el tiempo.
Y generalmente, la relación continua
luego de “superar” cada desacuerdo, pero con una cuota de amor menor. De modo, que espero que entendamos, que cada
situación en la que uno de los 2 termina molesto, sin hablarle incluso por un
tiempo al otro, va ir debilitando el amor, nadie gana en una discusión de
pareja, quien sea el culpable es irrelevante. El resultado al final, de esta
forma insensata –que heredamos culturalmente- de resolver las cosas, es que
muchas relaciones puede que se mantengan, pero llega el día en que el amor ya
se habrá esfumado del todo y sólo queda la
costumbre de “compartir
conflictivamente” con alguien una parte o la totalidad de nuestra vida
según lo que decidamos.
En este punto, es común que las
personas pregunten, palabras más palabras menos lo siguiente: ¿Es
posible sostener una relación sin conflictos?. A lo que respondo, que
los conflictos son inevitables, es común tener puntos de vista diferentes sobre
las cosas, tener desacuerdos nuestra pareja. No obstante, si está a nuestro
alcance, en nuestro poder, resolverlos pacíficamente, sin insultos de ninguna
especie. Cada expresión grosera va vulnerando el amor. En esos momentos, a
pesar del dolor que nos produzca lo que consideremos que nos esté incomodando
del otro, debemos apelar a nuestra racionalidad. Es necesaria, si
hacemos a un lado la razón, argumentando que no se puede amar con la cabeza,
entonces nos dejaremos arrastrar por nuestras emociones del momento, por el
sentimiento de frustración o inconformidad que tengamos y en consecuencia, nos
“descargaremos” en el otro muy probablemente de una manera no muy cordial.
(Preguntémonos: ¿Es esa la manera como queremos seguir resolviendo nuestras diferencias?...).
A mi manera de entender las cosas,
es aquí donde el amor en su sentido universal se reencuentra con el amor en su
sentido particular. Porque en situaciones de conflicto, es cuando más debemos
recordar que somos humanos y por ende los errores
hacen parte de nuestro ser. En verdad, no hay nada más constructivo y
reconfortante para el amor entre 2, que
cuando afloran los desacuerdos, se tenga la capacidad, de sentarse juntos y
expresarse de manera serena las razones por las que estamos inconformes. No es
una guerra donde debe haber un ganador y un perdedor. Donde me humillo, si me
corresponde pedir perdón. No, todo lo contrario, es el elemento más importante
cuando se trata de fundar una sólida relación de amor. Y como ya dije también
en el capítulo pasado, si consideramos que el otro cometió una falta realmente
grave, o que persiste en mantener una actitud o costumbre que no toleramos,
pues entonces pongamos punto final a la historia de la manera más decorosa
posible. Eso es parte de la vida. Transcurrido cierto tiempo es posible que
descubramos que nos nos sentimos muy sintonizados con la otra persona. Pero no
hay razones válidas para generar “grandes batallas” en nombre del amor. Pues no hay nada más
contrario al espíritu del amor que las disputas
verbales entre 2 personas que crean amarse. Y estoy convencido que todos
podemos aprender a actuar de esa forma. No es una idea utópica, estoy seguro de
ello.
En cuanto al tercer elemento,
indispensable para que germine una relación de amor entre 2, es el valor, el coraje. Parece una perogrullada, incluirlo como una de las
condiciones necesarias para que el amor se de entre 2 personas. Pero no lo es,
ha pasado muchas veces, que aunque exista química y amistad entre 2 personas,
no se da una relación porque ninguno de los 2 se anima a explicitar lo que
siente al otro. Sea porque el miedo nos envuelve, porque el uno espera que sea
el otro el que dé el primer paso o porque alguno o los 2 tienen ya pareja y no
se atreven a poner punto final a aquella relación, o simplemente creen que es
algo pasajero, que esa persona no encaja con su ideal de pareja. En fin, el
amor aparece de múltiples formas en nuestra vida. El puede permanecer presente
por largo tiempo, a veces toda la vida, no importando que surja o no una
relación entre 2 personas.
Esta es una de las paradojas más
grandes y hermosas del amor. El amor puede crece entre 2 personas, sin que
establezcan necesariamente una relación. No es una rareza, es una situación
posible. Habida cuenta que, si caminamos por el sendero del amor sin prejuicios ni un modelo de pareja
preestablecido –incluso es probable que el amor
rompa ese modelo mental que nos hayamos construido- nos lleguemos a
sentir plenos con alguien que no esperábamos, que no estaba en nuestro
“presupuesto afectivo”, que de modo sorpresivo nos hace sentir de maravilla.
Digo que es una experiencia hermosa, porque cuando ello pasa, muy
previsiblemente daremos cuenta de una de las enseñanzas más significativas en
materia afectiva. Descubriremos –fruto de nuestra experiencia- que el amor que podemos llegar a sentir por alguien no guarda relación directa con sus
atributos físicos. No, cuando ello nos ocurre, empezamos a evidenciar que
los componentes más relevantes en un
romance están mucho más asociados con la
fluidez que se desarrolla la
comunicación con la otra persona, y la
confianza que se genera.
Aun cuando se decida o no, crear
una relación, el aura del amor les
rodeará, dado que muy seguramente han establecido una armónica comunicación,
una próspera amistad que trae consigo un elemento adicional: provoca una
singular atracción por la mirada del
otro, provoca una inusitada sensación de emoción cuando se comparte con esa
persona una conversación, un espontáneo rose de manos, un cálido abrazo entre
otras cosas. Puesto en otras palabras, la amistad y la química están presentes.
Por consiguiente, la probabilidad de que eso se transforme en una relación amorosa
estará latente, al menos – de acuerdo a las circunstancias particulares del
contacto- por un tiempo.
Dentro de este orden de ideas,
caracterizadas de manera general las condiciones que podrían hacer germinar de
manera sostenida el amor en el tiempo y explicada la importancia que tiene una
fluida y bien manejada comunicación en el marco de una relación afectiva, ha
llegado el momento de hablar de la etapa previa al inicio de una relación de
amor, ha llegado el momento de hablar del tiempo de “conocimiento”, del tiempo
en el que decidimos si asumimos involucrarnos en un romance o no…pero será en
nuestro próximo capítulo…
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