Palabras de Buda

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jueves, 14 de enero de 2010

EL FENÓMENO URIBE Y SU IMPACTO EN LA OPINIÓN PÚBLICA NACIONAL

Por Jorge Burgos garcía
18-05-08

Los estudios alrededor de la opinión pública y la comunicación política en las sociedades contemporáneas han generando y continuarán generando toda suerte de posiciones analíticas y de controversias debido en lo fundamental, a un inobjetable factor de índole cuantitativa: las sociedades humanas de las últimas centurias se hallan estructuradas jurídica y políticamente a manera de Estados multiculturales, en el que conviven varios miles -y en la mayor parte de los casos-, millones de ciudadanos que se agrupan en número significativo, en asentamientos urbanos, pero que paradójicamente, se encuentran distanciados tanto por aspectos materiales como ideológicos. Precisamente, son las ideologías, el telón de fondo de todo el acontecer de la comunicación política, pues en últimas, lo que nos divide en el complejo “espectro de lo público” son las ideas que unos y otros consideramos que deben orientar el rumbo de la sociedad.

Dentro de este contexto de la comunicación política, se llega inevitablemente al espinoso tema de la opinión pública, en el que se debate incluso hasta si realmente existe...o si es solo una ficción creada artificialmente por los medios masivos de comunicación para satisfacer los intereses comerciales de sus propietarios y auspiciadores. Ahora, en el caso de que seamos de quienes validamos su existencia –que somos con seguridad más de la mitad...de lo contrario no se escribiría tanto en torno a algo que solo existe en la imaginación de los analistas sociales-, se polemiza en el mundo académico sobre, si hay varias opiniones públicas, o si es una sola pero dividida en varias tendencias, o más interesante aún: ¿la opinión pública es individual o colectiva?. Pues bien, informo de antemano a mis lectores, que la intención aquí no es hacer un tratado sobre la opinión pública, sino, la de tomar como referente la sociedad colombiana de inicios del siglo XXI, la Colombia que ha estado bajo el mandato –¿o más bien hegemonía?- de Álvaro Uribe Vélez, para analizar el fenómeno de la opinión pública en relación con la gestión llevada a cabo por el presidente actual a lo largo de estos 6 años de mandato, ya que resulta supremamente interesante desentrañar hasta donde ello es posible, cuales han sido los factores que han incidido, a la luz de las encuestas y de su reelección en 2006, para que la ciudadanía en general apruebe de manera abrumadora sus lineamientos gubernamentales.

Frente a este tema propuesto, son a mi juicio, esencialmente 3 los elementos que sostienen la alta popularidad de Álvaro Uribe, a saber: primeramente, por haber establecido como candidato un manifiesto objetivo prioritario, el de vencer a toda costa, recurriendo a todas las vías institucionales necesarias y posibles, a la insurgencia que ha tenido azotada al país; en segunda instancia, un brillante manejo de su imagen personal, aupado por un vasto conocimiento del arte de la persuasión política y en tercera instancia, a que los principales medios masivos de comunicación, en particular los televisivos, han recreado y estimulado una opinión pública nacional que apruebe su gestión en general.

El primer elemento señalado, es a todas luces, la piedra sobre la cual Uribe Vélez ha levantado su portentoso edificio de credibilidad y confianza en el común de los ciudadanos; recuérdese bien, esos vehementes discursos de sus años como aspirante presidencial en los albores de la actual centuria, en los que con firmeza pedía al electorado jugársela por una propuesta presidencial que implicara la resolución pronta y definitiva del conflicto armado interno, ya que la irresolución del mismo en el decurso de la décadas precedentes había sido un factor explicativo de la crisis socioeconómica y política que se acentuó en el país en los últimos lustros. Y ciertamente, en la medida en que en la última parte de 2001 y primera parte de 2002, justo cuando las campañas presidenciales llegaban a su etapa definitoria, las FARC y su estela de crueldades y actitud de burla a la generosa zona de distensión otorgada por la administración Pastrana, no hicieron más que dar señales al pueblo colombiano que era el momento de abrirle espacio a un presidente que arrostrara la situación de un modo audaz. Así las cosas, en medio de ese contexto de decepción y descontento por las reiteradas atrocidades de la insurgencia de extrema izquierda y el crecimiento exponencial e igualmente terrorífico de las fuerzas autodenominadas AUC, el eslogan de Mano firme, corazón grande, que acompañaba la imagen de un hombre de camisa roja con mano en el pecho y una bandera nacional de telón de fondo...¿lo recuerdan?...fue cobrando fuerza en las encuestas, a tal punto que se proclamó vencedor de la contienda electoral de 2002. Y lo realmente interesante, es que ese programa de Seguridad democrática, -propuesta prioritaria de Uribe- a lo largo de estos 6 años ha mostrado ser notablemente exitoso, creo que sería descabellado afirmar lo contrario, puesto que el proceso de desmovilización de las AUC , con todos los reparos habidos y por haber, ha contribuido a la disminución de la violencia en el país, lo cual sumado a la fluida deserción de guerrilleros y la captura y muerte de importantísimos cabecillas de las FARC y el ELN entre otras cosas, dan cuenta de que el presidente ha tenido un éxito inocultable e irrefutable en la meta prioritaria que se trazó, y desde luego, eso es más que suficiente para que muchos ciudadanos sientan confianza en el mandatario y es en buena medida, lo que reflejan las encuestas.

En cuanto al segundo elemento, el aspecto eminentemente profesional- intelectual, no hay duda de que Álvaro Uribe, tiene un fino cuidado de su imagen, y de las palabras y tono con que las emite. Su biografía es la propia de un personaje con ejemplar trayectoria: destacadísimo tanto como estudiante de secundaria como de estudios universitarios y de postgrado, su gestión en los distintos cargos administrativos y políticos ejercidos dan muestras de buenos dotes; sin embargo, estos datos que son desconocidos por muchas personas, no son lo que tanto calan en la opinión pública, en honor a la verdad, es la forma como encara los problemas, lo que ve el ciudadano común y corriente – y que lo impresiona sobremanera-, observar repetidamente en televisión a un presidente que viaja semanalmente por el país, que muestra a simple vista un amplio conocimiento de las problemáticas locales y regionales, que regaña y reclama sin ambages y en público a sus subalternos – desde a un simple secretario de hacienda de algún municipio hasta a sus ministros, pasando por los temidos miembros de la cúpula militar-, que en muchos de sus discursos, se muestra firme en sus convicciones, que transmite la idea de ser valiente, corajudo, un frentero, un bravucón que no le tiembla la voz para denunciar las barbaries que cometen las fuerzas insurgentes, tanto en los escenarios nacionales como internacionales, y si se quiere, por emplear términos coloquiales, vende la imagen de lo que parece (¿o es en realidad?)... un paisa desabrochado.

Y esto atrae seguidores “a tutiplén”, porque sociológicamente hablando, la gente ve reflejado en el, al estereotipo de un hombre colmado de valores, inteligente, elegante, y aún por demás, lo más loable de todo, a un incansable trabajador que no se rinde ante las adversidades. Cualquier analista social, sabe que no exagero en elogios, simplemente describo eso que uno le escucha decir a muchísimas personas en la calle, en los restaurantes, en las universidades y demás escenarios de la vida publica...en los que se va fraguando precisamente, la opinión pública que lo ha catalputado a tan altos y envidiables niveles de popularidad, nunca antes registrados en el país.

El último elemento, tan propio de la comunicación política como los anteriores, es el referente a la incidencia que han tenido los medios de comunicación masivos en la alta popularidad de la que goza el presidente. En este punto, profundizaré un poco más, dado que es uno de los aspectos más estudiados en el mundo de la opinión pública. Para ello, es oportuno, traer a colación la concepción planteada por Jurgen Habermas sobre el fenómeno en análisis:
Después de su desarrollo en el siglo XVIII, el espacio público donde es posible la opinión pública y que es “controlado por la razón” entra en declive, puesto que la publicidad crítica dejará poco a poco el lugar a una publicidad “de demostración y manipulación”, al servicio de intereses privados .

El distinguido autor alemán, tan conocedor del tema, se refiere a un punto álgido en la actual sociedad de masas, la pervivencia de una opinión pública ya no guiada tanto por lineamientos racionales sino más bien emotivos, es decir, en el caso en estudio, seducida por la imagen que los medios televisivos transmiten del presidente Uribe, y que por tanto no se anima a “desentrañar” la “cosa política” como tal.
A propósito de sociedad de masas, es igualmente interesante la perspectiva planteada por Raul Rivadeneira:
”en la sociedad de masas, han desaparecido casi las formas comunicativas directas...los medios masivos cumplen funciones de estímulo / refuerzo, de deformación e influencia, según los casos y las intensidades manipulatorias, al mismo tiempo que son vehículos de control social. Klapper ha probado en numerosos estudios que los medios masivos son mecanismos de refuerzo” .

Está claro a la luz de estos planteamientos, que no podemos obviar el papel desempeñado por los medios de comunicación, especialmente televisivos, en la alta popularidad del presidente, aunque imagino que estará preguntándose ¿por qué menciono en especial los televisivos?. Por la sencilla razón de que millones de ciudadanos en países como Colombia la forma casi única de informarse de los asuntos públicos es a través de la información que proporciona la televisión, y más específicamente, los 2 grandes canales privados, Caracol y RCN; respecto a esta última cadena, la columnista María Elvira Samper expresó recientemente en una de sus columnas acerca de las explosivas declaraciones de uno de los jefes del paramilitarismo: “el hecho de que en la misma semana Salvatore Mancuso haya salido a poner su pica en Flandes: en una entrevista en RCN TV –tan parecido a un órgano de prensa del Gobierno–, dijo que TODAS las instituciones, incluidas la Corte y la Fiscalía, habían sido infiltradas por los paramilitares” . O el comentario en la misma línea de Daniel Coronel, quien manifestó:
“hay otras preguntas que vale la pena hacerse. El jefe de prensa y comunicaciones de la embajada, el señor Néstor Pongutá, es también el corresponsal en Italia de El Tiempo, RCN Radio, y el canal RCN. ¿Es admisible que el encargado de manejar la comunicación oficial -pagado por contrato con la Presidencia- sea al mismo tiempo quien informa a millones de colombianos sobre lo que sucede allá? ¿Tendrá la audiencia de esos importantes medios, la posibilidad de conocer informaciones que no resulten favorables al embajador y al gobierno que representa?.”

Son hechos como estos los que ponen en tela de juicio los “mínimos de objetividad” que deberían guiar la labor informativa de los grandes medios de comunicación, y claro está, nos hace pensar que un rubro importante en la fortalecida imagen presidencial provenga de la función de refuerzo y estímulo que vienen desempeñando los canales televisivos citados.

En este sentido, y a fin de terminar de convalidar los argumentos anteriores, bástese hablar con el común de las personas en la calle, o escuchar sus comentarios en una buseta o en un parque, para caer en cuenta, que escasamente un pequeño segmento de la población es el que tiene acceso y se interesa por leer a los columnistas más reconocidos a nivel nacional, por leer los artículos de portada de Revista semana, Cambio o el diario El tiempo. En otras palabras, la fuente de información de buena parte de los ciudadanos, es la que ofrecen los noticieros de las grandes cadenas de televisión, de hecho, en mi oficio como docente de Ciencias Sociales, la verdad, ya poco me sorprende que la gente desconozca que existe un noticiero los fines de semana en el canal uno, Noticias uno -ese que se precia de ser La red independiente- cuya edición y contenido noticioso no tiene nada que envidiarle al de los grandes cadenas.

Para cerrar el tema, les dejo una última observación que refuerza lo dicho en las líneas precedentes: tampoco es de sorprender a los distintos estudiosos de la sociedad colombiana, que buena parte de la ciudadanía desconozca quienes son José Obdulio Gaviria y Daniel Coronell, personajes, tan contrarios ideológicamente como agua y aceite, cara y sello, o el día y noche cuando de hablar de Álvaro Uribe se trata....¡pero tan necesarios de conocer sus planteamientos!...a fin de que podamos construirnos una posición argumentada frente al modo de actuar del presidente en los distintos frentes de la vida nacional...¿usted distinguido lector si reconoce esos nombres?..Cuento con que clasifique en ese pequeño segmento que escapa al estereotipo de ciudadano que predomina en nuestra sociedad: indiferente a la lectura, pero, cuyas opiniones “desargumentadas” son sumadas en los índices de las encuestas sobre la gestión presidencial...ese mismo que hace que la aberrante estadística de libros leídos por año siga disminuyendo en el país (la cual no alcanza el promedio de 2 libros leídos al año...)

A manera de colofón, deseo incluir un interrogante más del complejísimo mundo de la comunicación política:
¿Para qué realmente exista una opinión pública genuina no se precisa de información uniforme en la población?
Y en caso de que este ideal se pudiera dar... ¿se llegaría a un mínimo de consenso que permita seguir hablando de opinión pública en singular o inexorablemente se seguirían generando más de una tendencia?

Soy de los que piensa, que en Colombia - y en cualquiera de los países de la región- se requiere que la gente amplíe sus fuentes de información, no para que se logre estimular una única opinión pública por parte de los poderosos medios masivos de comunicación, sino para que las tendencias que indudablemente se forman en todo espacio público puedan debatir con altura y argumentos acerca del papel histórico que está llevando a cabo Álvaro Uribe, pues lo censurable en todo este fenómeno de opinión sin precedentes que se está dando en el país, no es que el pueblo apoye masivamente al presidente, sino el hecho de que lo haga con fe ciega, más por emotividad y escasa información que por convicciones sólidamente argumentadas...eso es lo que rechazo de plano, la extinción del escepticismo en el común de la gente...

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